Próspero Bisquertt (Premio Nacional de Arte 1954) es un caso excepcional dentro de la producción musical nacional. Mayormente autodidacta, su falta de estudios sistemáticos fue suplida con una potente fantasía y un talento de creador nato extraordinario, lo que dio pie, por una parte, a un no menor grupo de destacadas obras orquestales que se transformarían en pilares del repertorio sinfónico chileno, la composición de la ópera nacional más representada (“Sayeda”) y la forja de un estilo personal que supo unir la influencia francesa de vanguardia y ciertos aspectos melódicos de la Giovane Scuola italiana.

Como buen músico a medio camino entre el siglo XIX y XX tampoco estuvieron ausentes de su catálogo connotadas obras de circunstancias, como los himnos de instituciones nacionales. Por otra parte, el pequeño formato fue mucho menos frecuentado. Como ejemplo podemos citar “Lied”, que representa una de las pocas (quizá la única) canción de arte que se le conoce.