Carmela Mackenna Subercaseaux

(1879-1962)

Mackenna representa el estadio máximo y casi final del fenómeno de la mujer de alcurnia, educada con esmero en las artes de manera privada y que se desempeña no de manera profesional en ella, entendiendo por esto el pensar en hacer una “carrera” a partir de la música. La diferencia en el caso de la compositora es que su inmersión en la composición tuvo una profundidad poco habitual que supo codearse con la vanguardia europea, además del nivel logrado y estilo conseguido.

Nacida en el seno de una familia de clase alta chilena, Carmela Mackenna se educó como pianista de manera privada, con Bindo Paoli. Luego de su matrimonio con Enrique Cuevas se trasladaron a Valdivia, donde realizó labores de difusión cultural. Finalmente, en 1926 y hasta 1940, se radicarán en Berlín, época en la que surge el grueso de su catálogo compositivo. Aquí estudiará privadamente con Conrad Ansorge, y Hans Mersmann. En el hogar de los Cueva-Mackenna se realizarán importantes reuniones y tertulias musicales, con invitados como un joven Claudio Arrau. Luego de la ruptura de su matrimonio, Carmela Mackenna se radicará en Francia, Bélgica, España, Italia, Egipto y, desde 1942, finalmente en Chile. A pesar de la favorable opinión que figuras como Domingo Santa Cruz tuvieron de ella, asegurada por su formación germana, nunca pudo integrarse plenamente a la vida musical nacional. Su segunda Misa (1934), por otra parte, fue interpretada y premiada en Frankfurt.

El catálogo de obras que poseemos de Carmela Mackenna privilegiará el pequeño formato, con especial énfasis en la literatura pianística (que incluye un concierto para ese instrumento), la música de cámara, el repertorio coral y ciertamente la canción de arte, en este caso el lied. Su estilo se moverá entre aspectos neoclásicos y expresionistas, con mucha libertad formal e inclinación a trabajar la música de manera pura y severa, alejada de todo sentimentalismo, con especial cuidado y puntillismo en el trabajo rítmico.

“Winter” es una composición de 1929, realizada durante su estadía berlinesa, sobre un poema del escritor austriaco Theodor Däubler perteneciente a su libro “Das Sternenkind” de 1916. “Winter” pertenece a una agrupación que hace la compositora titulada “Lieder”, que reúne cuatro canciones, entre ellas su opus 1 y 2. Este dato es muy importante ya que estaríamos hablando de una agrupación cercana a lo que sería un ciclo, el más extenso de su catálogo. Dato no menor: tomando la información que hasta ahora poseemos, Mackenna sería la primera compositora nacional en abordar el lied en un grupo, si bien estos no sean muchos y no tengan una narrativa evidente que los una como para llamarle “ciclo” propiamente tal.

El texto, de desolada y estática descripción, aborda temáticas ecológicas, existenciales, filosóficas, incluso paisajísticas. El hablante se haya en un espacio, un bosque, un clima, invierno, y en una situación: ha interrumpido con su presencia la existencia al parecer perfecta de su entorno y a su habitante, un ciervo. Hay asombro, culpa, maravilla.

Mackenna pinta sonoramente esto con una escritura lenta, avara armónicamente, austera, con un canto casi en estilo recitativo, un piano con algunos ritmos obstinados, como de fatalidad o destino, con algunos momentos en modo mayor que sirven para subrayar el pensamiento en voz alta del hablante. Pero hay también pintura visual de la nieve invernal: la compositora ha privilegiado valores rítmicos blancos: blancas, redondas, y el piano transitará abundantemente por teclas blancas. No está ni la “sensualidad” ni el “ruido” de las disonancias cromáticas.

No está de más comentar que una obra como esta dialoga con otras posibles de temática invernal, en este caso con “Der Wegweiser” del “Winterreise” de Schubert, también con otros del mismo autor que plantean un hablante que es un viajero, un “otro” en un paisaje nuevo, paisaje que se perturba con su presencia. Como dato anotemos que este mismo poema fue puesto en música por Theodor Adorno para coro femenino a capella.

“Canto de cuna” fue compuesta en 1933, editada un año después en Alemania y dedicada a su sobrina y ahijada, Carmen Cuevas Mackenna. Del texto no se explicita una autoría, pero bien podría ser de la misma compositora. Su relación con la maternidad fue compleja si consideramos que muere su madre al momento de su parto y ella misma nunca tendrá hijos. A diferencia de las canciones de cuna más tradicionales, quizá sumando estos datos biográficos, estamos ante una pieza que tiene algo de inquietante. Posee los elementos repetitivos habituales, la dinámica controlada, el tempo calmo, pero hay algo de escénico, de elementos que interrumpen el arrullo, como aquella sección a partir del compás 32, especialmente desde el poco agitato hasta casi el final de la obra; los acordes en tresillo van subrayando un ansia que solo podemos suponer y que los últimos cinco compases no logran del todo disipar. El estilo de Mackenna se mantiene: la sobriedad debida al contrapunto, la línea melódica ajena al virtuosismo.

De 1935 son sus Zwei Gesänge für Singstimme und Klavier: Der Knabe y Die Frau, realizada durante su estadía berlinesa sobre textos tomados de “Strom” de Hans Mersmann, musicólogo y docente de la compositora. Sin duda que estos datos son capitales para entender la elección del texto, la estética musical, incluso la idea de un tratamiento de lied agrupado. Dato no menor: tomando los datos que hasta ahora poseemos, Mackenna es la primera compositora nacional en abordar el ciclo de lied, si bien no sean muchos sus ejemplos y no tengan una narrativa evidente. Estos “Dos cantos” fueron editados de manera privada y tienen una pulcra caligrafía manuscrita. El estilo es severo, para nada condescendiente con el auditor, moviéndose entre los límites de la tonalidad. Como se puede ver en varias de sus obras, Mackenna trabaja puntillosamente el ritmo, y su conducción melódica es un trabajo a tres: el canto y cada mano del piano, siendo un desafío musical, fuera de todo virtuosismo, para quien las cante. Dentro de la aridez de su proceder logra, sin embargo, piezas fascinantes, concentradas y que logran canalizar de una manera muy controlada la emoción.

  • Canto de cuna
    Compositora: Carmela Mackenna
    Texto:
    Cantante: Camila Santander, soprano
    Pianista: Andrés Silva
  • Der Knabe
    Compositora: Carmela Mackenna
    Texto: Hans Mersmann
    Cantante: Alcides Bravo, tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • Die Frau
    Compositora: Carmela Mackenna
    Texto: Hans Mersmann
    Cantante: Alcides Bravo, tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • Winter
    Compositora: Carmela Mackenna
    Texto: Theodor Däubler
    Cantante: Cecilia Aguayo, mezzo-soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo