Ema Ortiz (Ema, Emma, Emita Wachter Ortiz)

(1891-1975)

Retomando la labor de una Isidora Zégers, con Emma Wachter volvemos a tener a la intérprete, soprano, que compone para su instrumento. Antes han aparecido en nuestras biografías las pianistas, la compositora de profesión, pero aquí surge la poco común unión de cantante-compositor docto, que en el ámbito popular y del folclore es muy habitual. (Pensemos en otras célebres mujeres: Paulina Viardot, Francesca Caccini, Barbara Strozzi, y otros tantos varones: Giulio Caccini, Samuel Barber, Manuel García, Gioacchino Rossini). Igual hay un precio en esto: la obra vocal más importante de Wachter surge cuando desaparece la intérprete, en el retiro, al momento de dar paso a la profesora y formadora.

Estudió primeramente piano con Fabio de Petris. Adolescente, fue enviada a estudiar a Berlín. Allí se formará en música y canto lírico, estudios que completará en Italia. Iniciará una breve carrera que la llevará a algunos escenarios europeos. También se presentará en Chile, siendo de las primeras cantantes en realizar conciertos de lieder en nuestro país. También tendrá una estadía en Estados Unidos, en donde trabajará con Rosita Renard. En 1932 inicia su labor docente de canto en el Conservatorio Nacional de Música; aquí tuvo a su cargo, además, el curso de ópera. Su labor como maestra de canto, en el Conservatorio y posteriormente de manera particular, fue notable, tanto en cantidad de años, como en los célebres nombres de sus alumnos, en las que se cuentan Rayén Quitral y Nora López. En esta área tendrá un homenaje el mismo año de su muerte.

Su labor como compositora abarca básicamente obras para canto y piano, con poesía en castellano, en directa relación con su formación y posterior labor pedagógica. El estilo musical es rico armónicamente, pero siempre dentro del ámbito tonal, con algunas obras que dialogan con la música popular de su tiempo. Las hay identificables con el estilo de canción de arte y también piezas de corte infantil.

De especial interés son el ciclo de mediados de la década del ’40 titulado “Cuatro canciones”, con textos de Pablo Neruda, y “Canciones de cuna”, con textos de Gabriela Mistral, que suelen citarse como sus obras más profundas en lo docto. Algunas de sus canciones fueron también interpretadas en Argentina.

Del ciclo “Canciones de cuna”, conformado por 13 canciones, hemos tomado sus dos primeras obras: “Hallazgo” y “Rocío”. Este ciclo no tiene una clara fecha de composición, pero sí sabemos que fue estrenado en 1946 en la Temporada de Cámara del Instituto de Extensión Musical del Conservatorio Nacional de Música por la soprano Teresa Irarrázaval y la pianista Eliana Valle. Estas continúan y nutren lo que fue el temprano y constante uso musical de los poemas de temática ligada a la infancia de la pluma de Gabriela Mistral, iniciado a comienzos de la década del ’20 por Aníbal Aracena Infanta y María Luisa Sepúlveda, en este caso de la sección “Canciones de cuna” del libro “Ternura” de 1924.

Tanto “Hallazgo” como “Rocío” están escritas en el estilo musical correspondiente a la canción de arte europea de comienzos de siglo XX, con un poco del posromanticismo alemán y no poco del estilo de la melodía francesa cercana a un joven Debussy. “Rocío” bascula entre pequeñas secciones de recitativo y momentos de plena melodía acompañada.  El texto de “Hallazgo”, si bien se apega a la temática infantil, tiene algo de inquietante, al tener una hablante de la que no queda claro si lo que nos dice es una gran metáfora de amor o una suerte de divagante delirio; por lo mismo el obstinado fluir de las semicorcheas bien pueden representar esta circunstancia dual. Al final, la pintura tonal, en sus serenas corcheas ascendentes, recrea la evaporación quizá del niño, quizá de la ilusión, quizá de la cordura.

  • Hallazgo
    Compositora: Ema Ortiz
    Texto: Gabriela Mistral
    Cantante: Pamela Castro, soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • Rocío
    Compositora: Ema Ortiz
    Texto: Gabriela Mistral
    Cantante: Pamela Castro, soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo