Al itálico modo

Si damos un vistazo a nuestro país a fines del siglo XIX y entrado el XX, sin duda que la presencia musical italiana estaba ligada a la ópera, como ocurría también en Europa y en casi toda América. Al ser este el género más visible socialmente y en el que indudablemente los compositores cifraban no pocas esperanzas, además era el que, hasta entrado el siglo XX, atraía prestigio y prometía presencia económica, artística y social. Italia había establecido un flujo económico musical constante a partir de sus compañías líricas que desde inicios del siglo XIX surcaban el Atlántico hasta el vasto continente americano de sus nacientes repúblicas, trayendo un repertorio, un modo, un sonido y una “modernidad” que nos hacía sentirnos conectados con el circuito internacional, así como lejos del gusto y repertorio español. Además de cantantes, no pocos instrumentistas y compositores italianos llegaron desde mediados del siglo XIX a Chile, ya en solitario, ya como parte de aquel periplo artístico operático, complementando o continuando en nuestro país labores de enseñanza, difusión, ya fuera por algunos años o, en muchos casos, arraigando familia definitiva en nuestra tierra: Clorinda Pantanelli (1804 – 1877), Giovanni Bajetti (1811 – 1876), Inocencio Pellegrini (1819 – 1905), Pietro Cesari (1836 – 1902), Giovanni Zanzani (1855 – 1923), Domenico Brescia (1866 – 1939), Luigi Stefano Giarda (1868 – 1952), Lorenzo Molajoli (1868 – 1939), además de Gilberto Brighenti, Giovanni Betteo, Rinaldo Cavalli, Ettore Contrucci, Claudio Carlini, Alberto Ceradelli, Fabio de Petris, Giovanni Fornoni, Giovanni Faini, Giovanni Gervino, Vincenzo Morelli, Enrico Manfredi, Giuseppe Marangoni, Ferruccio Pizzi, Bindo Paoli, Giovanni Varalla, Lucia Zanoni, con sus nombres originales o luego en Chile ciertamente castellanizados, son figuras que participaron en la formación musical del público y del estudiantado nacional, ayudando al prestigio y familiaridad cultural italiana.

Por otra parte, pocos, pero significativos músicos chilenos, como Eliodoro Ortiz de Zárate (1865 – 1953), Remijio Acevedo Gajardo (1863 – 1911), Enrique Soro (1884 – 1954) y Pedro Valencia Courbis (1880 – 1961), hicieron el viaje inverso, cruzando de sur a norte el Atlántico hacia Italia, en búsqueda de aprendizaje o ilusiones de una carrera musical.

En Chile esto corría de manera paralela con dos situaciones muy influyentes y de alguna manera emparentadas: si bien la ópera nos era fundamental, el ambiente musical era refractario a la ópera compuesta por chilenos, incluso por los extranjeros residentes. Primero, por considerarlos inexpertos “advenedizos”, poco preparados para aquel género tan complejo, importado, sin industria calificada local; segundo, a partir del Conservatorio Nacional de Música reformado y la presencia estética y política de Domingo Santa Cruz, la ópera será vista como un género superfluo, social, vano y monopolizador de recursos. Sin embargo, el canto sigue presente en el panorama chileno, entonces el interés se dirige a la música de cámara, a la canción de arte, abonando y fructificando el repertorio en la composición chilena en general. Es sintomático pues que, en este nuevo escenario, Enrique Soro, chileno que se perfecciona en Milán ente 1898 y 1905, no aborde jamás la composición de una ópera y que su producción vocal sea exclusivamente de canciones, o un Giarda que, al lado de tres obras que pudiéramos considerar “operísticas”, rebalse su catálogo con varios cientos de canciones en diferentes idiomas, y a lo largo de toda su vida creativa. Aun así, en el catálogo de canción de arte de nuestros compositores residentes y nacionales aquí antologados permanecerá no poco del estilo operístico, con el canto y el diseño melódico como protagonistas y, hecha excepción en Giarda y un par de casos más, una elección de los textos para poner en música menos trascendente, más genérica, con autores menores o incluso anónimos, pero que sí les permiten un certero despliegue emocional y pintura de ambientes. “Prima la musica, poi le parole”.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, Francia desplazará a Italia como principal influencia musical y la figura de un Domingo Santa Cruz (1899 – 1987) nos hará mirar hacia Alemania. Ya casi al final de nuestro panorama, Enrique Soro y Luis Stefano Giarda – sacados de la dirección y subdirección del Conservatorio Nacional de Música en 1928 respectivamente -, al igual que Valencia Courbis, regresando de estudiar música sacra en Roma con Lorenzo Perosi, darán testimonio del cambio, del adiós definitivo a un aprecio y una época en que el canto lírico, la música de arte, la expresión del afecto y la búsqueda del aplauso del público tuvieron su último punto de equilibrio.

  • ¡Cuánto tarda!
    Compositor: Domenico Brescia
    Texto: Diego Dublé Urrutia
    Cantante: Camila Aguilera, Mezzo-Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • A la luz de la Luna
    Compositor: Pedro Valencia Courbis
    Texto: Antonio Bórquez Solar
    Cantante: Claudia González-Serrano, Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • A mia sorella
    Compositor: Enrique Soro
    Texto: Angelo Bignotti
    Cantante: Alcides Bravo, Tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • A te
    Compositor: Enrique Soro
    Texto:
    Cantante: Santiago Peralta, Tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • Amore! Amore!
    Compositor: Eliodoro Ortiz de Zárate
    Texto: Eliodoro Ortiz de Zárate
    Cantante: Santiago Peralta, Tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • Foglie ingiallite
    Compositor: Luigi Stefano Giarda
    Texto: ELFA
    Cantante: Claudia González-Serrano, Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • Herz, mein Herz
    Compositor: Luigi Stefano Giarda
    Texto: Heinrich Heine
    Cantante: Alejandra Pérez, Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • Il canto della Luna
    Compositor: Enrique Soro
    Texto:
    Cantante: Francisca Jünemann, Soprano
    Pianista: Andrés Silva
  • Il viaggio della Luna
    Compositor: Pedro Valencia Courbis
    Texto:
    Cantante: Francisca Jünemann, Soprano
    Pianista: Andrés Silva
  • L’ultimo giorno
    Compositor: Luigi Stefano Giarda
    Texto: Edmondo de Amicis
    Cantante: Alcides Bravo, Tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • M’han detto
    Compositor: Enrique Soro
    Texto: Angelo Bignotti
    Cantante: Santiago Peralta, Tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • Murmullos
    Compositor: Luigi Stefano Giarda
    Texto: Gustavo Adolfo Bécquer
    Cantante: Alejandra Pérez, Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • Notturno
    Compositor: Pedro Valencia Courbis
    Texto: Pietro Bertozzi
    Cantante: Alcides Bravo, Tenor
    Pianista: Andrés Silva
  • Sotto le piante
    Compositor: Domenico Brescia
    Texto: Heinrich Heine
    Cantante: Camila Aguilera, Mezzo-Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo
  • Storia d’una bimba
    Compositor: Enrique Soro
    Texto: Angelo Bignotti
    Cantante: Francisca Jünemann, Soprano
    Pianista: Andrés Silva
  • Suspiros y miradas
    Compositor: Luigi Stefano Giarda
    Texto: Eduardo de la Barra Lastarria
    Cantante: Alejandra Pérez, Soprano
    Pianista: Yudalys Perdomo